Existe una tendencia universal en el ser humano a esconder sus debilidades. Estamos tristes, pero ponemos cara de alegría. Deseamos llorar, pero contenemos nuestras lágrimas. Nos sentimos abrumados, pero aparentamos estar en control. Experimentamos la depresión, pero buscamos convencer a los demás de nuestro buen ánimo.
Todo esto no hace más que revelar con gran claridad la inmensa importancia que le damos, como seres humanos, a la imagen que otros tienen de nosotros. Deseamos que los demás nos vean como
triunfadores, como personas que caminan con paso firme hacia objetivos claramente definidos en sus vidas. Por esta razón nos resistimos, a toda costa, a revelar esas cosas que muestran nuestra
verdadera condición de seres frágiles y débiles.
El apóstol Pablo declara que, gustosamente, se gloriaría en sus debilidades. ¿Te detuviste, alguna vez a pensar, en lo alocado de semejante declaración? No solamente no hará esfuerzo por esconder
sus debilidades, sino que ¡se gloriará en ellas! Lejos de producirle vergüenza, las mostrará como marcas de su dependencia absoluta de Cristo.
¡Francamente, nos resulta incomprensible la actitud del apóstol! No dejamos, sin embargo, de sentir en nuestros corazones una admi-
ración profunda por su estilo de liderazgo.
Recorre por un momento, en tu mente, la historia del pueblo de Dios. ¿Puedes pensar en alguna persona que alguna vez fue utilizado por sus fuerzas y virtudes? Abraham era un anciano incapaz de
engendrar hijos. José era un esclavo olvidado en la cárcel. Moisés era un pastor de ovejas tartamudo. Gedeón era el menor de su casa y, además, pobre. David era un simple pastor de ovejas.
Nehemías no era más que el copero del rey. Jeremías era joven e inexperto. Juan el Bautista era un desconocido que moraba en el desierto. Los discípulos eran simples pescadores, hombres sin
letras ni preparación alguna. A Pablo, el fogoso perseguidor de la iglesia, deliberadamente lo debilitó el Señor, enviando una espina en la carne que lo atormentaba.
No son “héroes” por propia elección; son “héroes” porque las Escrituras los presentan como tales. ¿Qué diremos de figuras como Lutero, Wesley, Hudson Taylor, Moody, Spurgeon, o tantas otras
figuras que marcaron profundamente la historia del pueblo de Dios? Todas ellas, sin excepción, fueron útiles porque permitieron que sus debilidades fueran el medio por el cual Dios expresó su
gloria.
No trates de disimular tus debilidades. No busques esconderlas, ni pierdas el tiempo justificándolas. Cuando las tapas o escondes, buscando hacerte fuerte, Cristo pierde poder en tu
vida.
Para meditar
Eugenio Wolyniec